sábado, 1 de octubre de 2011

Y ya está.



Todos esperábamos allí. Entre el color blanco de las paredes, de las sábanas, de la luz y del aire. Fue la primera vez que le ví, no la primera que me lo encontré.

Sus escamas negras resaltaban entre toda esa marea pálida, su corpulento cuerpo se erguía sobre sus dos patas traseras al lado de la cama. Con una mano se agarraba a un barrote de la misma, con la otra ahondaba la sábana pero nadie se daba cuenta. Él también esperaba.

-         … ¿Un poco de café? Va a ser una larga noche. – Preguntaba a los familiares. Pero nadie le hizo caso. Y con desdén y los ojos vidriosos pegó el último sorbo de su taza ficticia.

Al otro lado de la cama, yo abanicaba ignorándole. Justo delante de él, sabía que estaba allí, me alegraba de que fuera a recogerla porque era un buen tío. Me lo imaginé enseñándola el Ehb y que allí se convirtiera, no en segadora, sino en ‘transplantadora’. Amante de las plantas y la vida, seguro que no quería quitarla sino embellecerla como siempre, y con ella empezaría ese primer cargo.
Entonces me reía en el valle de lágrimas.

Me despedí. Y me despido con ésto. Lo último que ví fue un beso muy grande y a mi compañero ponerse una máscara casi tribal regalada por su pueblo, siempre la utilizaba para hacer su trabajo.
Ahora solo espero que la acoja en sus alas, en un manchurrón de tinta, como la princesa que nunca fue.


Y ya está.



1 comentario:

  1. guau, me encanta este dibujo. El contraste entre la niña princesa de rosa, la expresión en el rostro y el escenario es......fiuuuuu

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